El idioma es un organismo vivo que se encuentra en una situación constante de cambio y movimiento. Gracias a esa enorme flexibilidad, el español es capaz de adaptarse rápidamente a los cambios que la sociedad impone en su uso. Esta característica, por desgracia, posee también una parte negativa. Las palabras que caen en el desuso corren el riesgo de desaparecer con una rapidez cada vez mayor. Por eso, cientos de sustantivos que eran de uso común hace apenas medio siglo hoy se encuentran al borde de la desaparición. Aquí compartimos 15 de ellos:
Aviador. En 1914 la definición era así: «Dícese de la persona que gobierna un aparato de aviación o que va en él». Poco se ha revisado desde entonces, según dicen Mouton y Grijelmo en Palabras moribundas, porque la definición académica actual [«Que gobierna un aparato de aviación, especialmente si está provista de licencia para ello»] es muy similar y una “expresión imposible en un lenguaje actualizado”.
“Los hablantes tienen una idea estereotipada de lo que sería un aviador en toda regla de los primeros tiempos de la aviación, con sus gafas de mosca, su gorro y sus orejeras (…). Algunos relacionan la palabra con el presente, pero se trata de un presente que mira al pasado, como la película de Scorsese El aviador (2004), protagonizada por Leonardo di Caprio, y se encuentran ecos del pasado en el nombre del grupo Aviador Dro”.
Cuchipanda. La RAE describe esta palabra como “comida que toman juntas y regocijadamente varias personas”. La definición, como dicen los autores de Palabras moribundas, resulta “un poco cursi” y esto se debe a que no ha cambiado desde que se introdujo en el diccionario, en 1884.
Dandi. Esta palabra resuena hoy a tiempos muertos. El diccionario de la RAE atribuye este término a un «hombre que se distingue por su extremada elegancia y buen tono» (edición de 1983) pero, en la calle, ya nadie habla de dandi. El vocablo se utilizó, sobre todo, en los años centrales del XX. A principios de aquel siglo tampoco era tan común. En 1927, cuando entró en el diccionario, escribieron: “Anglicismo por petimetre”. Era así como llamaban a los hombres refinados y elegantes: Petimetres. Venía del francés, petit maître (pequeño señor, señorito), y tenía un cierto tono despectivo. Llamaban así a una “persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas”.
En 1950 los académicos cambiaron el significado de la palabra y lo sustituyeron por “Anglicismo por lechuguino o pisaverde”. Un lechuguino es un “Muchacho imberbe que se mete a galantear aparentando ser hombre hecho” y un “Hombre joven que se compone mucho y sigue rigurosamente la moda”. Un pisaverde, según Palabras moribundas, es “Hombre presumido y afeminado, que no conoce más ocupación que la de acicalarse, perfumarse y andar vagando todo el día en busca de galanteos”.
Descocado, descocada. «El que muestra demasiada libertad y desenvoltura» (RAE). Esta definición tiene, como dicen Mouton y Grijelmo, “un tonillo de censura”. La palabra aparecía ya en el Diccionario de Autoridades, en el siglo XVIII. Entonces descocarse era: «v.r. Desvergonzarse, descararse, faltar al respeto con insolencia». Eso que hacían las mujeres con escotes profundos y faldas cortas, y los hombres que no se abrochaban la camisa.
Dulcería. «Establecimiento donde los confiteros hacen y venden los dulces, y que a veces es también salón de té». La palabra resiste en Canarias y América. En la península se ha sustituído por pastelería o confitería.
Enagua. Este vocablo procede de un idioma antillano, el taíno. Lo hablaban en Cuba y Puerto Rico en la época en la que Cristóbal Colón llegó a América, y desde allí viajó a España, según Palabras moribundas. El origen era nagua pero con el tiempo se convirtió en enagua o enaguas y se metió entre la ropa interior femenina y el vestido para dar vuelo a la falda.
En la Mancha y otros lugares se llamó también el viso. En Almería, sayas. Después le llamaron combinación. Eran “de tela banca rematadas con puntillas y las niñas solían presumir de ellas, levantándose un poquito el vestido para enseñarlas”. Hace años que la prenda se dejó de utilizar y la palabra, en consecuencia, también.
Fetén. Esta palabra es un préstamo. Viene del caló, el lenguaje de los gitanos españoles, y significa «Bueno, estupendo, excelente» y también «Sincero, auténtico, verdadero, evidente». El uso más antiguo recogido por la Academia data de 1932. En la comedia Usted tiene ojos de mujer fatal, de Enrique Jardiel Poncela, Sergio dice a Adelaida:
–Y lo que te ha dicho Oshidori es la verdad.
–Pero, ¿la verdad fetén?
–La verdad fetenísima.
“La palabra fetén la utiliza sobre todo la generación que ahora tendría más de 90 años. La debieron de aprender en la Guerra Civil para referirse a algo bueno y de calidad en grado superlativo”, dicen en Palabras moribundas. “Debe de ser palabra de los años 30 y 40. Luego, sus hijas la usaron para describir a los chicos de la pandilla más atractivos: «Está fetén» o «Está chipén».
Gallofero. «Holgazán y vagabundo que anda pidiendo limosna» (DRAE). Y de ahí salió el verbo gallofear: «Pedir limosna, viviendo vaga y ociosamente, sin aplicarse a trabajo ni ejercicio alguno». La palabra aparece ya en El Lazarillo de Tormes (S. XVI): «Tú bellaco y gallofero eres. Busca un amo a quien sirvas». En el diccionario de 1734 la definición es: «Pobretón, holgazán y ocioso, que se da a la briva, y anda pidiendo limosna». Darse a la briva era ‘hacer vida de pícaro holgazán, de bribón’.
Ganapán. Este término, de etimología transparente, significa «Hombre que se gana la vida llevando recados o transportando bultos de un punto a otro».
Lechería. Esta palabra se utilizaba cuando aún se compraba leche del día. Cuando la leche iba en botella de cristal y se devolvía el casco. El término se fue borrando a la vez que desaparecieron estos establecimentos.
Niqui. Es una prenda de punto y el origen del vocablo procede del alemán. En España entró con una película de Nicholas Ray titulada Llamar a cualquier puerta (1949). En ella aparecía un niño llamado Nicky que vestía siempre una camiseta. Pero la moda no llegó lejos y la palabra ha tenido una vida cortísima en los diccionarios españoles.
Pardiez. El término, como dicen en Palabras moribundas, “suena a Siglo de Oro, a espadachines y caballeros”. Su origen está en la expresión ‘Par Dios’ y la fórmula de juramento ‘lo juro por Dios’. Pero después cambiaron la s por la z para evitar “decir el nombre de Dios en vano”.
Parvulito, parvulita. El DRAE le da varios sentidos. «Dicho de un niño: De muy corta edad», «Inocente, que sabe poco o es fácil de engañar».
Pololos. «Pantalones bombachos cortos que se ponen debajo de la falda y la enagua, y forman parte de algunos trajes regionales femeninos». El uso del vocablo desapareció a la vez que se dejaron de usar.
Zorrocloco. «Hombre tardo en sus acciones y que parece bobo, pero que no se descuida en su utilidad y provecho», según la Academia. El término apareció por primera vez en 1739 con una definición muy parecida y que en su acepción principal define como «Una especie de nuégados en forma de canutillos, que en el Reino de Murcia, y en la Mancha llaman assi».
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